Aranda de Duero (Burgos), 27 de
septiembre de 2013.
Día del Turismo en Castilla y León.
Ponencia de Javier Revilla Casado, historiador, coautor del libro “El agua y la fábrica de harinas en torno
al canal de Castilla en Medina de Rioseco”.
Quiero en primer lugar agradecer a los
organizadores de estas jornadas sobre TURISMO Y AGUA que hayan tenido la
gentileza de invitarme. A ellos y a sus colaboradores y patrocinadores, darles
mi enhorabuena por el espléndido planteamiento y desarrollo.
Aunque yo vengo de Valencia de Don Juan
y he desarrollado mis investigaciones sobre molinos y patrimonio industrial en
la provincia de León, según figura en el programa entiendo que me han llamado
en base al libro que publicamos hace un par de años, titulado “El agua y la fábrica de harinas en torno
al canal de Castilla en Medina de Rioseco”,
magníficamente editado por la Junta de Castilla y León, y que tuve la suerte de
escribir junto a los profesores de arquitectura Juan José Fernández Martín y
Jesús Ignacio San José Alonso.
Como historiador que soy y especialmente
como amante de los molinos y las fábricas de harinas, podría ocupar los 10-15
minutos que me conceden en explicarles los antecedentes y el funcionamiento de
este tipo de artefactos, concretamente los relacionados con el agua de la cual
recibían o reciben su movimiento. Pero tranquilos, no creo oportuno hacerlo, ni
creo que a ustedes les apetezca en este momento (después de comer), ni yo
quedaría satisfecho dada la brevedad de tiempo que tenemos, ni es el lugar
adecuado, pues lo mejor es explicarlo in situ, en cualquiera de los centenares
de molinos que todavía conservamos en Castilla y León, o en las muchas fábricas
de harinas hoy también visitables.
Creo más útil y provechoso dedicar esta
tribuna para hacer una mirada, aunque sea sucinta, al tremendo potencial del
que disponemos en nuestra Comunidad Autónoma en relación con el aprovechamiento
del agua de la mano del hombre.
Desde mi especialización profesional
como historiador del patrimonio industrial, debería retrotraerme únicamente a
la Revolución Industrial, ese fenómeno económico y cultural que transformó
nuestro mundo desde el siglo XVIII en Inglaterra. Pero no puedo por menos que hacer
algunos guiños a elementos anteriores, singularísimas construcciones como el
acueducto de Segovia que tuvo en el agua su razón de ser, constituyendo un
elemento patrimonial de primer orden mundial en cuanto a turismo se refiere. O
Las Médulas, que nos han legado un paisaje repleto de canales y montañas
erosionadas artificialmente mediante el agua con el fin de extraer el oro tan
preciado por los romanos.
Pero me vuelvo ya a mi terreno, la
Revolución Industrial, también la Revolución de la Energía (el vapor, pero
también del desarrollo de la energía hidráulica, mediante las turbinas), también
la Revolución de los Transportes. Transporte y Energía, las dos palabras clave
para entender una de nuestras joyas por explotar aun más, el Canal de Castilla, o mejor dicho, los Canales de los reinos de Castilla y León,
su nombre original, pues aunque la mayoría sabemos que su pretensión básica era
comunicar la meseta con el Cantábrico, su planteamiento inicial establecía un
total de 6 ramales; a los 3 construidos (Campos, Norte y Sur) se habrían de
sumar el de Segovia y los de Zamora y León. Imagínense qué elemento patrimonial
y recurso turístico tendríamos hoy de haberse desarrollado completamente. Con
todo, los más de 200 kilómetros existentes son un verdadero diamante en bruto
del cual mañana nos hablarán en una interesante mesa.
Yo no voy a hablarles del agua desde el
punto de vista turístico vinculado a su medio natural: ríos, lagos… pues otros,
más especializados en ello, lo harán mejor. Lo que quiero resaltar es su
aprovechamiento humano, que, aunque en el pasado no fuera en muchos casos
“ecológicamente aceptable”, hoy nos ha legado elementos patrimoniales de
notable interés y susceptibles de reaprovechamiento, en este caso con fines
turísticos, culturales, educativos…
Como venimos diciendo, el hombre siempre
se ha valido del agua. La ha aprovechado fundamentalmente para su alimentación,
para el riego y por su potencial energético. También con otros usos, como por
ejemplo para su higiene y para el ocio, pero de ello también nos están hablando
o hablarán a continuación.
Decíamos: para beber y regar. Nuestros antepasados trataron de llevar agua en
cantidad y calidad a todos los rincones posibles. De ahí hemos heredado azudes,
presas, canales, norias y otras muchas infraestructuras y elementos de gran
interés, muchos hoy en riesgo y susceptibles de protección.
Los grandes embalses y pantanos, mucho
más recientes a nosotros en cuanto a su cronología, constituyen también obras
que, polémicas a parte sobre su origen, tienen en la actualidad un gran
potencial turístico, por sus características estéticas (hay verdaderas joyas de
la ingeniería) o paisajísticas, además por el interés que para un territorio
sin mar, como el nuestro, nos proporcionan estas grandes acumulaciones
hidráulicas.
Y ya que he mencionado las obras de ingeniería, permítaseme también
poner alguna imagen de los magníficos puentes o viaductos que tenemos en
Castilla y León, de múltiples épocas y características, pero todos ellos motivados
por una razón de ser: el agua.
Y decíamos: para trabajar, para mover máquinas por su potencial energético. Agua pasada no mueve molino, dice el
refrán, pero miles de artefactos molineros movió el agua en nuestro territorio.
Sólo voy a darles un dato que conozco bien gracias a mis investigaciones: a
mediados del siglo XIX la provincia de León, de la cual provengo, era la
provincia con mayor número de molinos en toda España, con 1.695. De aquellos
(con incorporaciones posteriores), en el reciente inventario patrimonial que ha
encargado la Junta de Castilla y León, se han evidenciado restos (en mejor o
peor estado de conservación) de unos 500. Hablamos de molinos hidráulicos,
fundamentalmente destinados a molturar cereales (panificables o piensos) u
otros elementos (aceites, pólvora, pimentón,…)
La cifra sería aun mayor si sumáramos los
batanes, herrerías, sierras, telares… todo un importante número de artefactos hidráulicos preindustriales.
Desde luego, su preservación pasa
inevitablemente por su mayoritario reaprovechamiento por iniciativa de sus
propietarios privados. Por muchos museos
o centros de interpretación que se hagan, y deben hacerse pues es un legado
que debemos conservar y transmitir a nuestras generaciones futuras, la gran
mayoría tienen que salvaguardarse de la mano de los ciudadanos, de quienes los
hereden o de quienes los compren. Sin duda tienen un gran atractivo y
potencial, particularmente soy de los que pienso que no hay nada más bonito que
una casa rural que sea un antiguo molino, con sus máquinas y el recuerdo de su
actividad y vivencias; el despertarse con el ruido del agua y aprovecharse de
su frescor. Pero para favorecer iniciativas privadas y su conservación necesitamos mantener precisamente el
agua, y como también se nos pedían ideas y propuestas, yo lanzo el guante a la
Confederación Hidrográfica del Duero, pues de ella dependen mayoritariamente
las concesiones en nuestra región. Y es que, inventariando molinos me he
encontrado con infinidad de propietarios a los que se les ha privado la
concesión de agua o se les va a caducar en pocos años, diciéndome que es muy
difícil mantenerla. Ya no me refiero a las concentraciones parcelarias de
antaño, que hicieron mucho daño al destruir cauces molineros con cientos de
años. Me refiero a la situación actual, donde se prima el riego frente a otros
usos y aprovechamientos. Desconozco los procedimientos legales, razones habrá,
yo humilde y simplemente planteo su reflexión y actualización para permitir la
supervivencia de los edificios e infraestructuras históricas. Si la situación
ha cambiado en los últimos tiempos, me congratulo por que haya sido en
beneficio de la preservación y el equilibrio entre naturaleza, historia,
patrimonio, riegos, turismo… Entiendo que es complicado, pero debemos
intentarlo.
Y llegamos a la revolución industrial
(ya voy terminando). También la tuvimos en Castilla y León, aunque algunos no
quieran verlo. Ella nos trajo las fábricas, muchas de ellas también movidas
directamente por el agua: harineras, papeleras, textiles,…
Termino volviendo al origen de mi
intervención, a la maravillosa fábrica
de harinas San Antonio de Medina de Rioseco, que tan bien pude estudiar
para el citado libro. Concluir diciendo que pudimos documentarla exactamente en
el año 1858, pues la inicial de 1852 fue incendiada durante los motines del
pan. Esta joya patrimonial, con más de siglo y medio ya, es hoy visitable
gracias al interés por ella mostrado por el Ayuntamiento de Medina de Rioseco,
quien con ayuda de la Diputación de Valladolid y la Junta de Castilla y León
pudo comprar el edificio y su maquinaria en 2005. Desde entonces la han
visitado miles de personas, habiendo sido declarada BIC con categoría de
monumento en 2008. Es por ello un gran ejemplo de aprovechamiento del agua y el
patrimonio industrial como recurso turístico.
En ella podemos disfrutar de su
magnífico edificio, de mediados del siglo XIX, en el contexto maravilloso de la
Dársena o Concha riosecana, término o inicio del Ramal de Campos del Canal de
Castilla. Y en el interior, un conjunto de máquinas de finales del siglo XIX
hasta mediados del siglo XX. Pero todavía guarda además un gran potencial a
explotar en el futuro. Sobre la turbina, en una zona ahora no visitable, la
fábrica conserva las bancadas de las ocho parejas de piedras con las cuales
molía el trigo en el siglo XIX. No conozco en el mundo ninguna fábrica que
conserve, a la vez, la sección original por piedras y la sección por cilindros
metálicos. Sin duda, es otro reto que lanzo para el futuro, para cuando vengan
tiempos económicamente mejores, como también sería muy positivo recuperar el
movimiento de las máquinas, para facilitar su comprensión al visitante.
Con ello, las mejoras propuestas aumentarían
el ya de por sí enorme atractivo turístico de esta singular fábrica de harinas,
verdadera joya del patrimonio industrial de nuestra Comunidad Autónoma.
Muchas gracias por su atención.
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