lunes, 30 de septiembre de 2013

Ponencia sobre patrimonio industrial hidráulico en las jornadas del Día del Turismo en Castilla y León



Aranda de Duero (Burgos), 27 de septiembre de 2013. 
Día del Turismo en Castilla y León.

Ponencia de Javier Revilla Casado, historiador, coautor del libro “El agua y la fábrica de harinas en torno al canal de Castilla en Medina de Rioseco”.



Quiero en primer lugar agradecer a los organizadores de estas jornadas sobre TURISMO Y AGUA que hayan tenido la gentileza de invitarme. A ellos y a sus colaboradores y patrocinadores, darles mi enhorabuena por el espléndido planteamiento y desarrollo.

Aunque yo vengo de Valencia de Don Juan y he desarrollado mis investigaciones sobre molinos y patrimonio industrial en la provincia de León, según figura en el programa entiendo que me han llamado en base al libro que publicamos hace un par de años, titulado “El agua y la fábrica de harinas en torno al canal de Castilla en Medina de Rioseco”, magníficamente editado por la Junta de Castilla y León, y que tuve la suerte de escribir junto a los profesores de arquitectura Juan José Fernández Martín y Jesús Ignacio San José Alonso.


Como historiador que soy y especialmente como amante de los molinos y las fábricas de harinas, podría ocupar los 10-15 minutos que me conceden en explicarles los antecedentes y el funcionamiento de este tipo de artefactos, concretamente los relacionados con el agua de la cual recibían o reciben su movimiento. Pero tranquilos, no creo oportuno hacerlo, ni creo que a ustedes les apetezca en este momento (después de comer), ni yo quedaría satisfecho dada la brevedad de tiempo que tenemos, ni es el lugar adecuado, pues lo mejor es explicarlo in situ, en cualquiera de los centenares de molinos que todavía conservamos en Castilla y León, o en las muchas fábricas de harinas hoy también visitables.

Creo más útil y provechoso dedicar esta tribuna para hacer una mirada, aunque sea sucinta, al tremendo potencial del que disponemos en nuestra Comunidad Autónoma en relación con el aprovechamiento del agua de la mano del hombre.

Desde mi especialización profesional como historiador del patrimonio industrial, debería retrotraerme únicamente a la Revolución Industrial, ese fenómeno económico y cultural que transformó nuestro mundo desde el siglo XVIII en Inglaterra. Pero no puedo por menos que hacer algunos guiños a elementos anteriores, singularísimas construcciones como el acueducto de Segovia que tuvo en el agua su razón de ser, constituyendo un elemento patrimonial de primer orden mundial en cuanto a turismo se refiere. O Las Médulas, que nos han legado un paisaje repleto de canales y montañas erosionadas artificialmente mediante el agua con el fin de extraer el oro tan preciado por los romanos.

Pero me vuelvo ya a mi terreno, la Revolución Industrial, también la Revolución de la Energía (el vapor, pero también del desarrollo de la energía hidráulica, mediante las turbinas), también la Revolución de los Transportes. Transporte y Energía, las dos palabras clave para entender una de nuestras joyas por explotar aun más, el Canal de Castilla, o mejor dicho, los Canales de los reinos de Castilla y León, su nombre original, pues aunque la mayoría sabemos que su pretensión básica era comunicar la meseta con el Cantábrico, su planteamiento inicial establecía un total de 6 ramales; a los 3 construidos (Campos, Norte y Sur) se habrían de sumar el de Segovia y los de Zamora y León. Imagínense qué elemento patrimonial y recurso turístico tendríamos hoy de haberse desarrollado completamente. Con todo, los más de 200 kilómetros existentes son un verdadero diamante en bruto del cual mañana nos hablarán en una interesante mesa.

Yo no voy a hablarles del agua desde el punto de vista turístico vinculado a su medio natural: ríos, lagos… pues otros, más especializados en ello, lo harán mejor. Lo que quiero resaltar es su aprovechamiento humano, que, aunque en el pasado no fuera en muchos casos “ecológicamente aceptable”, hoy nos ha legado elementos patrimoniales de notable interés y susceptibles de reaprovechamiento, en este caso con fines turísticos, culturales, educativos…

Como venimos diciendo, el hombre siempre se ha valido del agua. La ha aprovechado fundamentalmente para su alimentación, para el riego y por su potencial energético. También con otros usos, como por ejemplo para su higiene y para el ocio, pero de ello también nos están hablando o hablarán a continuación.

Decíamos: para beber y regar. Nuestros antepasados trataron de llevar agua en cantidad y calidad a todos los rincones posibles. De ahí hemos heredado azudes, presas, canales, norias y otras muchas infraestructuras y elementos de gran interés, muchos hoy en riesgo y susceptibles de protección.

Los grandes embalses y pantanos, mucho más recientes a nosotros en cuanto a su cronología, constituyen también obras que, polémicas a parte sobre su origen, tienen en la actualidad un gran potencial turístico, por sus características estéticas (hay verdaderas joyas de la ingeniería) o paisajísticas, además por el interés que para un territorio sin mar, como el nuestro, nos proporcionan estas grandes acumulaciones hidráulicas.

Y ya que he mencionado las  obras de ingeniería, permítaseme también poner alguna imagen de los magníficos puentes o viaductos que tenemos en Castilla y León, de múltiples épocas y características, pero todos ellos motivados por una razón de ser: el agua.

Y decíamos: para trabajar, para mover máquinas por su potencial energético. Agua pasada no mueve molino, dice el refrán, pero miles de artefactos molineros movió el agua en nuestro territorio. Sólo voy a darles un dato que conozco bien gracias a mis investigaciones: a mediados del siglo XIX la provincia de León, de la cual provengo, era la provincia con mayor número de molinos en toda España, con 1.695. De aquellos (con incorporaciones posteriores), en el reciente inventario patrimonial que ha encargado la Junta de Castilla y León, se han evidenciado restos (en mejor o peor estado de conservación) de unos 500. Hablamos de molinos hidráulicos, fundamentalmente destinados a molturar cereales (panificables o piensos) u otros elementos (aceites, pólvora, pimentón,…)

La cifra sería aun mayor si sumáramos los batanes, herrerías, sierras, telares… todo un importante número de artefactos hidráulicos preindustriales. 

Desde luego, su preservación pasa inevitablemente por su mayoritario reaprovechamiento por iniciativa de sus propietarios privados. Por muchos museos o centros de interpretación que se hagan, y deben hacerse pues es un legado que debemos conservar y transmitir a nuestras generaciones futuras, la gran mayoría tienen que salvaguardarse de la mano de los ciudadanos, de quienes los hereden o de quienes los compren. Sin duda tienen un gran atractivo y potencial, particularmente soy de los que pienso que no hay nada más bonito que una casa rural que sea un antiguo molino, con sus máquinas y el recuerdo de su actividad y vivencias; el despertarse con el ruido del agua y aprovecharse de su frescor. Pero para favorecer iniciativas privadas y su conservación necesitamos mantener precisamente el agua, y como también se nos pedían ideas y propuestas, yo lanzo el guante a la Confederación Hidrográfica del Duero, pues de ella dependen mayoritariamente las concesiones en nuestra región. Y es que, inventariando molinos me he encontrado con infinidad de propietarios a los que se les ha privado la concesión de agua o se les va a caducar en pocos años, diciéndome que es muy difícil mantenerla. Ya no me refiero a las concentraciones parcelarias de antaño, que hicieron mucho daño al destruir cauces molineros con cientos de años. Me refiero a la situación actual, donde se prima el riego frente a otros usos y aprovechamientos. Desconozco los procedimientos legales, razones habrá, yo humilde y simplemente planteo su reflexión y actualización para permitir la supervivencia de los edificios e infraestructuras históricas. Si la situación ha cambiado en los últimos tiempos, me congratulo por que haya sido en beneficio de la preservación y el equilibrio entre naturaleza, historia, patrimonio, riegos, turismo… Entiendo que es complicado, pero debemos intentarlo.

Y llegamos a la revolución industrial (ya voy terminando). También la tuvimos en Castilla y León, aunque algunos no quieran verlo. Ella nos trajo las fábricas, muchas de ellas también movidas directamente por el agua: harineras, papeleras, textiles,…

Termino volviendo al origen de mi intervención, a la maravillosa fábrica de harinas San Antonio de Medina de Rioseco, que tan bien pude estudiar para el citado libro. Concluir diciendo que pudimos documentarla exactamente en el año 1858, pues la inicial de 1852 fue incendiada durante los motines del pan. Esta joya patrimonial, con más de siglo y medio ya, es hoy visitable gracias al interés por ella mostrado por el Ayuntamiento de Medina de Rioseco, quien con ayuda de la Diputación de Valladolid y la Junta de Castilla y León pudo comprar el edificio y su maquinaria en 2005. Desde entonces la han visitado miles de personas, habiendo sido declarada BIC con categoría de monumento en 2008. Es por ello un gran ejemplo de aprovechamiento del agua y el patrimonio industrial como recurso turístico.

En ella podemos disfrutar de su magnífico edificio, de mediados del siglo XIX, en el contexto maravilloso de la Dársena o Concha riosecana, término o inicio del Ramal de Campos del Canal de Castilla. Y en el interior, un conjunto de máquinas de finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Pero todavía guarda además un gran potencial a explotar en el futuro. Sobre la turbina, en una zona ahora no visitable, la fábrica conserva las bancadas de las ocho parejas de piedras con las cuales molía el trigo en el siglo XIX. No conozco en el mundo ninguna fábrica que conserve, a la vez, la sección original por piedras y la sección por cilindros metálicos. Sin duda, es otro reto que lanzo para el futuro, para cuando vengan tiempos económicamente mejores, como también sería muy positivo recuperar el movimiento de las máquinas, para facilitar su comprensión al visitante.

Con ello, las mejoras propuestas aumentarían el ya de por sí enorme atractivo turístico de esta singular fábrica de harinas, verdadera joya del patrimonio industrial de nuestra Comunidad Autónoma.

Muchas gracias por su atención.

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