- la crítica del presente que entonces se estaba viviendo, en la que predominaba la explotación capitalista
- la oferta de una salida a aquella situación de injusticia, la explotación del hombre por el hombre, con el advenimiento de un nuevo modo de producción, el socialismo, como resultado de la lucha social de los trabajadores con el objetivo de tomar el poder político, estableciendo una dictadura del proletariado temporal hasta la implantación definitiva de una sociedad comunista sin clases
El manifiesto del partido comunista (Manifest der Kommunistischen Partei): Esta obra de Karl Marx y Friedrich Engels fue publicada en Londres poco antes de la revolución del 1848. Fue redactada a petición de la Liga de los Comunistas, una organización de artesanos alemanes exiliados en Londres. Se llegó a convertir con el tiempo en la base del Programa de la Primera Internacional. La obra se divide en cuatro partes:
I
1) Burgueses y proletarios, analiza la evolución histórica de la humanidad y enuncia el principio de que la lucha de clases es el motor de la Historia. Después de analizar el papel histórico de la burguesía señala la aparición del proletariado, la clase obrera, como clase antagónica. Analiza también el carácter conservador de la pequeña burguesía y el significado universal de la lucha del proletariado (Los obreros no tienen patria).
2) Proletarios y comunistas, expone la función de los comunistas como destacamento de vanguardia en la lucha contra la burguesía con el objeto de abolir la propiedad privada de los medios de producción, que tendrán que ser sustituidos por la propiedad colectiva, y la revolución de las relaciones humanas a todos los niveles. Se exponen también las tesis marxistas sobre la familia, la patria y el matrimonio.
3) Literatura socialista y comunista, es una crítica de los distintos tipos de socialismo aparecidos en la historia, divididos en reaccionario, pequeño-burgués, conservador-burgués y crítico utópico. Éste último, el socialismo utópico, es calificado como progresivo aunque según Marx y Engels continúa ligado a una concepción metafísica (no científica) del desarrollo social.
4) Está dedicada a la estrategia y la táctica de los partidos comunistas ante la revolución.
El manifiesto acaba con el llamamiento ¡Proletarios de todos los países, uníos!.
• La mercancía: tiene un doble valor, valor de uso y valor de cambio. El Valor de uso se realiza en el uso o consumo. El valor de cambio se realiza en el comercio, cuando se intercambia una mercancía por otra. Como valores, todas las mercancías son tan sólo medidas determinadas de tiempo de trabajo humano.
• El dinero. La mercancía dinero, el oro, tiene un doble valor de uso: como objeto (para el dentista por ejemplo), y también como expresión del tiempo de trabajo "coagulado" en cualquier otra mercancía.
• El intercambio. El proceso de intercambio constituye el metabolismo social. Este proceso de intercambio se lleva a cabo en dos metamorfosis opuestas: transformación de la mercancía en dinero y otra transformación del dinero en mercancía. Ello constituye un ciclo, y la metamorfosis de cada mercancía se entrelaza con los ciclos de las demás mercancías. El proceso global constituye la circulación de las mercancías.
• La fuerza de trabajo y su valor. Con el nombre de fuerza de trabajo entiende el conjunto de las facultades físicas e intelectuales que hay en el cuerpo, en la personalidad viva de una persona humana, y que ésta pone en movimiento cada vez que produce cualquier clase de valor de uso. La característica a la fuerza de trabajo es su propiedad peculiar de ser fuente de valor.
• Capital constante y capital variable: Capital constante es la parte del capital que se invierte en medios de producción, es decir, en maquinaria, material auxiliar, materia prima, otros medios de trabajo. Éste no modifica su magnitud de valor en el proceso de producción. Capital variable es la parte de capital que se convierte en fuerza de trabajo (o sea los salarios que se pagan a los obreros). Esta parte del capital modifica su valor en el proceso de producción. Reproduce el propio equivalente (en dinero) y, además, un excedente, al que Marx llama plusvalía, y que puede ser más o menos pequeño.
• La plusvalía: es el valor creado por el trabajo pero no retribuído al trabajador. La plusvalía es la expresión (monetaria) del valor incorporado al capital inicial por el trabajo. En el capitalismo esta plusvalía es apropiada por los propietarios de los medios de producción sin contrapartida alguna para la clase obrera.
• La jornada de trabajo: según Marx «La jornada de trabajo, sus límites, su prolongación, es uno de los principales medios de que goza el capitalista para aumentar la tasa de plusvalía, o sea la ganacia de su bolsillo. Por lo tanto, la regulación de la jornada de trabajo se presenta en la historia de la producción capitalista como lucha por los límites de la jornada de trabajo: una lucha entre la globalidad de los capitalistas, es decir, la clase de los capitalistas y la globalidad de los obreros, o clase obrera».
2.3.- El anarquismo
Paralelamente al desarrollo de lo movimiento socialista, tanto en su teoría como en su práctica, apareció el anarquismo. Éste se entronca con el pensamiento del francés Pierre J. Proudhon, autor de las obras Qué es la propiedad privada y Sistema de contradicciones económicas. En ellas propugnaba un cierto tipo de individualismo que se convertía en solidario al ser integrado en el mutualismo o cooperativismo, de modo que el aparato del Estado, según Proudhon, debería ser sustituido por una federación de mutualidades o cooperativas autogobernadas.
Consideraba la propiedad como un robo y rechazaba al Estado como institución. El objetivo de la lucha colectiva debía ser la libertad del individuo. Apostaba por la expansión del mutualismo: la creación de un crédito público y gratuito que permitiera dotar de los medios de trabajo necesarios a los individuos de las asociaciones de trabajadores.
En esa oposición frontal al Estado insistió también el que puede ser considerado como primer teórico del anarquismo, el ruso Mijail Bakunin. Para éste, el Estado -aunque sea democrático- oprime a los obreros, por lo que postulaba su eliminación. Bakunin propugnaba también la desaparición del ejército y exaltaba la libertad del individuo.
El instrumento para conseguir estos objetivos tenía que ser la revolución hecha de manera espontánea por las masas, de abajo arriba. La sociedad, tras la revolución, debía basarse en comunas que fueran autónomas y autogestionadas en la que los medios de producción - tierras de labranza, fábricas, minas, etc.- deberían ser propiedad colectiva y no propiedad privada. Aunque los frutos allí obtenidos deberían seguir siendo privados en virtud del principio, «a cada uno según su trabajo».
El príncipe Piotr Alexeievich Kropotkin, principal exponente del anarco-comunismo, iba aún más lejos, pues afirmaba que la riqueza acumulada pertenece a todos. Entre sus numerosos trabajos destaca La conquista del pan (1888). Su objetivo principal fue la abolición de toda forma de gobierno en favor de una sociedad que se rigiera exclusivamente por el principio de la ayuda mutua y la cooperación, sin necesidad de instituciones estatales. Esa sociedad ideal (llamado comunismo anarquista o anarcocomunismo) sería el último paso de un proceso revolucionario que pasaría antes por una fase de colectivismo (el llamado anarco colectivismo), conocido también como comunismo libertario.
Tanto Bakunin como Kropotkin consideraban la huelga general como la principal arma de la clase trabajadora, aunque no rechazan el terrorismo para conseguir sus fines. De hecho los últimos veinte años del siglo XIX y los primeros 20 años del siglo XX abundaron en atentados anarquistas en diversos lugares del mundo. Desde los realizados en Rusia por el grupo Narodanaia Volia (la Voluntad del Pueblo) a los que se llevaron a cabo en España (asesinatos de Cánovas del Castillo, 1897, José Canalejas, 1912, o Eduardo Dato, 1921), o Estados Unidos (presidente William McKinley, 1901).
I
2.4.- La formación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)
La Primera Internacional fue fundada en Londres el 28 de septiembre de 1864 con el nombre de Asociación Internacional de Trabajadores. Karl Marx redactó el manifiesto inaugural, que con el nombre de Llamamiento Internacional, recogía los dos principios básicos de la nueva organización: que la emancipación de la clase obrera ha de ser obra de los mismos trabajadores y que la clase obrera tenía que plantearse como objetivo la conquista del poder político.
No en vano, la Primera Internacional adoptó gran parte de las ideas de Karl Marx, quien sabía la gran diversidad de tendencias que tendrían que agruparse, desde los sindicalistas ingleses, los proudhonianos franceses, los nacionalistas polacos, los republicanos italianos, etc. De aquí su gran mérito de haber sabido redactar unos Estatutos que todos dieron por válidos. Estos estatutos preveían la creación de federaciones locales (que integraban sociedades o sindicatos obreros) y regionales (agrupando los diferentes Estados, como Gran Bretaña, Francia, España, Estados Unidos, etc.). Las federaciones locales estarían dirigidas por Consejos (comités) locales y provinciales y por un Consejo General de la Internacional, dirigido por el propio Marx.
Formaron parte de la Primera Internacional:
- las diversas sociedades obreras
- los diversos grupos y tendencias
- personalidades
Se estructuró en secciones nacionales bajo la dirección de un Comité Central.
El Consejo celebró diversos Congresos en Ginebra (1866), Lausana (1867) -en el que se recibió el ingreso de Bakunin-, Bruselas (1868) y Basilea (1869). En estos Congresos se establecieron acuerdos para impulsar las movilizaciones obreras en los diferentes países y se definieron una serie de reivindicaciones concretas que iban a ser los ejes en torno a los que giraría la acción del movimiento obrero, especialmente del sindicalismo, hasta principios del siglo XX.
Los principales objetivos cuya obtención se planteó la Internacional como objetivo prioritario incluían la jornada de 8 horas, la supresión del trabajo infantil, la mejora de las condiciones laborales de la mujer , la abolición de los ejércitos permanentes y la socialización de los medios de producción. También se dijo que la huelga era el medio más eficaz para alcanzar estos objetivos.
Pero las disensiones en la Internacional entre las posiciones marxistas y las anarquistas no habían hecho sino aumentar. La oposición a Marx la encabezó al principio Proudhon, y más tarde Bakunin. Éste era partidario de la insurrección general y espontánea de las masas como medio para destruir el orden burgués y acabar con el Estado, y acusaba de autoritarismo al aparato interno de la Internacional. Cuando los Congresos fueron reanudados, tras la interrupción que significó la guerra Franco-Prusiana, las diferencias dentro de los dos principales sectores de la Internacional se habían hecho insostenibles. En la Conferencia de Londres de 1871 Marx combatió tenazmente a Bakunin, y en el Congreso de La Haya (1872) los partidarios de éste, entre los que se encontraban bastantes suizos, belgas, italianos y españoles, fueron expulsados de la Internacional. En La Haya se decidió también la organización de los trabajadores en partidos nacionales.
A fin de alejarla de la influencia anarquista, Marx hizo trasladar la sede de la Internacional a Nueva York, donde languideció unos años hasta la disolución del Consejo General en Filadelfia, en 1876. Los bakuninistas fundaron la Internacional Antiautoritaria, que perduró hasta 1881.
La guerra franco-prusiana de 1870 supuso un nuevo factor de crisis para la Primera Internacional que, contraria al conflicto, no logró que los trabajadores no participasen en la misma. Sólo el recientemente creado Partido Obrero Socialdemócrata de los Trabajadores (1869) de Alemania se opuso a la guerra.
La victoria alemana en Sedán provocó la caída de Napoleón III y la instauración de la III República francesa. Adolphe Thiers, nombrado jefe del ejecutivo, negoció con Bismarck los términos del armisticio: Francia se obligaba a ceder Alsacia y parte de la Lorena, y a pagar cinco mil millones de francos de indemnización de guerra. El 1 de marzo tuvo lugar el momento más humillante que consistió en el desfile del ejército alemán por los Campos Elíseos, algo que Thiers había negociado a cambio de que renunciasen a la ocupación de Belfort. Los alemanes dejaron París al día siguiente, pero el descontento de la población iba a cristalizar en los hechos revolucionarios que constituyeron el episodio de la Comuna de París.
La mayor parte de la población de París estaba integrada en la guardia nacional. La noche del 17 al 18 de marzo, Thiers provocó el último incidente, al ordenar que fuesen requisados 227 cañones que retenía la guardia nacional en Montmartre, que habían sido comprados por suscripción popular de los parisienses durante el sitio. Las tropas encargadas de apoderarse de los cañones confraternizaron con el pueblo y fusilaron a dos generales, insurreccionándose contra el gobierno. Éste abandonó la capital que se organizó para hacer frente a la nueva situación. Los parisienses, erigidos en Comuna de París, eligieron un comité central de la guardia nacional, constituido por delegados de cada distrito (arrondissement) que fue apoyado por la AIT.
Se constituyó un Consejo General de la Comuna de París formado por 90 miembros, entre los que figuraban partidarios de Blanqui, jacobinos e internacionalistas. También dieron su apoyo a la Comuna algunas personalidades del mundo del arte, como los pintores Gustave Courbet, Camille Corot, Honoré Daumier, Edouard Manet o François Millet. El programa de gobierno quedó en la imprecisión, pues mientras los jacobinos pretendían, como ya hemos citado, gobernar toda Francia desde la Comuna de París, otros, llamados federados, pretendían que la Comuna de París se integrara en una federación de Comunas de Francia, en la que debía disolverse el Estado. Esta es la tendencia que predominó, dada la extensión del movimiento comunalista a diversas provincias, como Lyon, Saint-Étienne y sobre todo Marsella, aunque en ninguno de estos lugares el movimiento se sostuvo más allá de algunos días, dada la rapidez de la represión por parte del gobierno "versallés".
I
La Comuna de París se dotó de diez comisiones, a modo de ministerios, en los que la Comisión Ejecutiva hacía el papel de gobierno. Entre las medidas adoptadas cabe destacar la adopción de la bandera roja y el calendario revolucionario, la nacionalización de los bienes del clero, la sustitución del ejército por milicias populares, así como el desarrollo a impulso del internacionalista húngaro Frankel, de una amplia acción social: anulación de los alquileres de las viviendas, adopción de la jornada de diez horas, proclamación del principio socialista de «la tierra al campesino, la herramienta al obrero, el trabajo para todos». Las mujeres tomaron un papel activo en este episodio de la historia francesa. Dirigida por Louise Michel y la rusa Elisabetha Dimitrieva-Tomanovskaia, fue organizada la Unión de Mujeres, para la defensa de la ciudad, el suministro de provisiones a los combatientes y el cuidado de los heridos.
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2.5.- Fin de la Comuna de París
Tras la guerra franco-prusiana, los Congresos fueron reanudados. En la Conferencia de Londres (1871) Marx combatió tenazmente a Bakunin. Finalmente, en el Congreso de La Haya (1872) los partidarios de Bakunin, entre los que se encontraban bastantes suizos, belgas, italianos y españoles, fueron expulsados de la Internacional. El motivo fundamental fue su no aceptación de la organización de los trabajadores en partidos nacionales, propuesta aprobada en dicho congreso.
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